¿De dónde partimos cada uno/o de nosotros/as, qué experiencias tenemos, cómo las podemos sistematiza
- LAURA LUCIO GONZÁLEZ
- 2 jun 2017
- 4 Min. de lectura
Tanto los conocimientos, como las experiencias, tienen valor pedagógico. Las experiencias son la base para la construcción del conocimiento. ¿De dónde partimos cada uno/o de nosotros/as, qué experiencias tenemos, cómo las podemos sistematizar y relatar para generar nuevas experiencias enriquecedoras?
Aprender desde y para la vida
El aprendizaje que parte de la experiencia de la vida cotidiana, de las prácticas y habilidades, tiene la virtud de generar condiciones en las personas para responder a las necesidades y dinámicas del entorno. Permite, además, reconocer que todas las personas poseen saberes que son valiosos para la construcción del conocimiento. Los aprendizajes adquiridos y desarrollados de esta forma son significativos porque están vinculados con las actividades vitales y los procesos productivos, sociales, culturales y económicos.
Gustavo Esteva plantea revalorizar la experiencia del cuidado como una forma de aprendizaje que pone en el centro el cuidado de la vida y las personas, lo cual nos brinda una alternativa de pedagogía crítica, que es lo que estamos planteando en este blog. Como afirma Vandana Shiva “Si hay vida en la tierra es porque la tierra nos ha dado en abundancia todos los bienes que tenemos hoy. Y si la vida existe es porque la mujer es la que ha cuidado y nos ha dado la vida, también cuidando de todos los alimentos”. “El ecofeminismo es aceptar que la vida sale de la tierra y que la vida la mantiene la mujer. Será la mujer la que hará que salgamos de esta crisis porque es la que tiene la resistencia, igual que la resistencia de la Madre Tierra nos hará salir del cambio climático”.
Título: De la educación alternativa a las alternativas a la educación. Gustavo Esteva Fuente: Conferencia en el marco del II Coloquio "Las Otr@s Educaciones: rumbos, andares y desandares de la Educación en México", 19 y 21 de noviembre del 2014 en la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Aprender desde las culturas

Las prácticas ancestrales o tradicionales de las diferentes culturas constituyen una fuente inmensa y de un valor incalculable de conocimiento, el cual está siendo relegado y denigrado por el sistema educativo con su currículo oficial y su libro de texto prediseñado, así como por el conocimiento científico-técnico.
Las lenguas, los saberes medicinales, agrícolas y ganaderos, la textilería y orfebrería, la astronomía, las danzas, música, religiosidad y otras prácticas culturales constituyen un conocimiento acumulado a lo largo de generaciones de hombres y mujeres que han desplegado habilidades diversas en su interacción con la naturaleza y el universo.
Como se muestra en la viñeta que acompaña este texto, las prácticas asociadas a la medicina tradicional o medicina intercultural, no son reconocidas como válidas ante el pensamiento occidental.
Por tanto, podríamos preguntarnos: ¿sólo la cultura occidental produce conocimiento?; ¿porqué los saberes y prácticas de las comunidades son excluidos de este campo? Este tipo de preguntas son las que queremos tratar de desentrañar con este blog y seguro que la respuesta se vislumbre a lo largo de las diferentes entradas del mismo.

Algunas de las prácticas tradicionales de las comunidades campesinas e indígenas permiten preservar la vida y el equilibrio ecológico, por ejemplo, a través de la conservación de variedades de plantas cultivadas y sus parientes silvestres (agrobiodiversidad) o mediante el manejo de pasturas y especies domesticadas forrajeras, entre otros.
Los tubérculos andinos pertenecen a un sistema de agricultura altamente especializado de los Andes peruanos. Esta agricultura fue desarrollada desde tiempos prehispánicos en los valles andinos ubicados en altitudes entre los 3,300 y 4,200 metros sobre el nivel del mar. (Torres, J. et al. 2009). En el sur del Departamento de Cajamarca (Perú) encontramos campesinxs que conservan y cultivan hasta 300 variedades de papas. Estxs campesinxs conservacionistas han domesticado y criado estas variedades a lo largo de generaciones. Este manejo de la agrobiodiversidad es lo que Torres (2009) denomina “Agricultura de alta cultura”, la cual desafía a la tecnología y la ciencia frente a la erosión genética y la adaptación al cambio climático, mediante el conocimiento especializado de las comunidades sobre estos recursos, basado en la práctica y la experimentación.
Por otro lado, algunas prácticas ancestrales o tradicionales también son depositarias de la historia, la cultura y la identidad de los pueblos, como puede ser la textilería o la cerámica.
El movimiento Movimiento Nacional de Tejedoras Ruchajixik ri qana’ojbäl de Guatemala reclama el reconocimiento de la propiedad intelectual colectiva de los tejidos ya que en ellos tejen “historias, recuerdos, sueños, entornos y vida”.
TÍTULO: Los tejidos guardan nuestra identidad, que no nos los arrebaten!!
FUENTE: Xpressiva Patzún
La cerámica también es depositaria de historias y culturas, como se muestra en este video sobre el colibrí y la lluvia basado en la pintura cerámica de la cultura Nazca de Perú.
TÍTULO: Colibrí y la lluvia. Basado en pintura cerámica de la cultura Nazca
FUENTE: Ojitos Producciones
Esta entrada busca profundizar en el apartado 8 del DECÁLOGO DE LA PEDAGOGÍA CRÍTICA, construido de forma colaborativa dentro de la Asignatura Didáctica Crítica, del Máster de Cooperación Internacional y Educación Emancipadora de Hegoa. 2017. Impartida por Gloria Sosa (Colectivo Cala) y Jaume Martínez Bonafé.

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