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¿Con qué fin educamos? ¿La calle debe entrar en la escuela?

  • PABLO BERNAL RIBAS
  • 24 may 2017
  • 4 Min. de lectura

¿Con qué fin educamos? ¿qué personas queremos que sean las niñas y niños que están siendo educados hoy? ¿qué características queremos que tengan? o por el contrario, no queremos imponerles ninguna característica, sino que queremos que ellxs mismxs vayan siendo los guías de su propio desarrollo…

Voy a intentar responder brevemente a estas preguntas, pero os invito a intentar responder a estas preguntas vosotrxs mismxs, lo que os voy a compartir aquí tiene que ver con mi experiencia y mi percepción de la realidad, os invito a hacer lo propio.


Creo que para intentar responder a esta pregunta hay que empezar soñando muy alto y muy lejos: creo que la educación significa dotarnos de herramientas para comprender quiénes somos en lo más profundo de nosotros mismos, para poder conectar y relacionarnos más fácilmente con las otras personas que nos rodean, para poder comprender el mundo en el que vivimos y toda la riqueza que lo habita y sentir que somos parte de todo ello, para ser agentes críticos y transformadores de realidades que sintamos que deben mejorar, para poder vivir la vida con más intensidad, con más sabor y con más color…


Después de haber hecho el ejercicio de soñar abro los ojos y me encuentro con una realidad educativa muy extendida y que tiene muy poco en común con lo que he soñado:


Como críticamente nos muestra Frato en la imagen, la educación actual se comprende y se ejecuta desde muchas instancias como una serie de capacitaciones técnicas y conocimientos teóricos que debemos adquirir, como prueba de ello tenemos las pruebas PISA, la gran prueba de referencia a nivel mundial que muchxs utilizan para comparar la calidad de las enseñanzas en cada país. Si buscamos en la página oficial de PISA encontramos lo siguiente: “tiene por objeto evaluar hasta qué punto los alumnos […] han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del saber”. No me parece mal que se evalúen unos conocimientos, pero… Creo que lo que evalúan las pruebas PISA están muy lejos de lo que realmente importa en la educación y en la vida, que antes que formar profesionales debemos formar personas para que hagan un trabajo que les realice y que ayude a transformar la realidad que les envuelve, que no somos solamente una “sociedad del saber” sino una “sociedad de personas” que viven, luchan, sueñan, comparten…, que no se debe homogeneizar el conocimiento sino hacerlo vivo y adaptado al contexto en el que crecen y se desenvuelven las personas…

Quiero ahora centrarme en el cartel de advertencia de la imagen de Frato que está situado a la derecha de la tubería de los “desechos”, si nos fijamos con atención en el cartel pone: “Prohibida la entrada al personal ajeno: padres, periódicos, trabajo, política, sexo, cultura popular”. Creo que esta advertencia debe transformarse en todo lo contrario: la calle, la vida, la comunidad, el mundo, las familias, el barrio, la política, el trabajo, el sexo, la cultura popular, la música, los sueños, los grandes y los pequeños problemas, la espiritualidad y todo lo que somos y lo que nos rodea deben entrar en la escuela, somos seres interconectados con nosotrxs mismxs y con lo que nos rodea, y aquello que merece ser aprendido está vivo y tiene que ver con lo que nos pasa a nosotrxs, con lo que le pasa al mundo.

Os dejo a continuación un ejemplo real de unxs niñas y niños que “dejaron entrar” un circo a su clase:

Como se puede ver en el vídeo el maestro les invita a que investiguen, a que sean críticos y a que lleven a cabo las acciones que ellas y ellos consideren adecuadas. Creo que esta invitación a mirar la realidad desde otros prismas y a actuar en ella nos forma realmente como personas emancipadas y como agentes de transformación.

Muchas veces se utiliza la expresión “la escuela/universidad de la vida” haciendo referencia a aprendizajes importantes que se hacen al haber viajado, conocido otras personas o culturas, vivido experiencias diferentes, etc. y hablando de mi propia experiencia, estas experiencias, encuentros, dificultades, conversaciones, que he podido vivir siento que me han forjado y enseñado mucho más de mí mismo y de lo que me rodea que todas las lecciones que he recibido en mis más de 18 años de clases. Me abren la mente enormemente a maneras muy diferentes de entender la vida, me despiertan una curiosidad insaciable, me graban las cosas en el corazón, me obligan a sacar recursos de donde no sé que los hay o que tengo la capacidad para sacarlos, me hacen sentirme comunidad con personas muy diferentes a mí, me ayudan a comprender que el mundo y las personas no somos “blanco o negro” sino que somos complejas y “grises”, me comprometen a aquellas personas y situaciones más desfavorecidas y tantas cosas más que intentaron no enseñarme en clase y, si lo hicieron, no se me grabaron en la cabeza por mucho tiempo, porque nunca pasaron por el corazón.

Acabaré como he empezado, con algunas preguntas que nos puedan ayudar a ser críticos con nuestros procesos educativos: ¿estoy ofreciendo herramientas para que lxs alumnos puedan aprender a ser críticxs? ¿tiene sentido introducir las diferentes realidades que nos envuelven en el aula? ¿Qué consecuencias va a tener esto en lxs jóvenes? ¿y en la sociedad? ¿qué mecanismos puedo utilizar para hacerlas entrar?

¡Os invito a continuar siendo críticxs con nuestros procesos educativos haciéndonos y respondiéndonos preguntas!


Esta entrada busca profundizar en el apartado 4 del DECÁLOGO DE LA PEDAGOGÍA CRÍTICA, construido de forma colaborativa dentro de la Asignatura Didáctica Crítica, del Máster de Cooperación Internacional y Educación Emancipadora de Hegoa. 2017. Impartida por Gloria Sosa (Colectivo Cala) y Jaume Martínez Bonafé.

 
 
 

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