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La ciudad que nos enseñan

  • MARÍA MILLÁN
  • 18 may 2017
  • 4 Min. de lectura

La escuela debe salir a la calle. La escuela es una calle en miniatura, cuando lo negamos, comienza un camino sin fin de exclusiones.


Recuerdo aún el paseo matutino entre legañas, de casa al cole y del cole a casa, siempre con alguna sombra más larga que la mía junto a mí. Recuerdo también el día en que mi mejor amiga fue “abandonada a su suerte”, como decían las madres y los padres de las demás, para realizar el recorrido ella “sola”. Yo me moría de ganas...Entendía que una experiencia así, sólo podía ser superada por los veranos en el pueblo de la abuela, donde la puerta siempre estaba abierta y yo casi siempre fuera, sin rendir cuentas...O, tal vez, pero de eso ya no estaba tan segura, por las excursiones al parque. Madrid era en los 80 una ciudad de jeringuillas, poblada por unas “tribus urbanas” bien interesantes, que, sin embargo, no alimentaban nada la tranquilidad de los padres y madres para “abandonarnos a nuestra suerte”. Habíamos llegado demasiado tarde para eso. Ya no podíamos “campar a nuestra anchas”, sin supervisión, fuera del hogar.

Madrid a pie, camino seguro al cole

No obstante, también, en cierto sentido, llegamos demasiado pronto. Llegamos antes que Tonucci a la ciudad. ¿Cómo podíamos esperar algo así?, ¿quién nos iba a preguntar entonces si queríamos las calles para nosotros?, ¿si nosotros, acaso, tan bajitos, podíamos cambiar las cosas, dar ideas, expresar necesidades con sentido? De un tiempo a esta parte, en esto, algo hemos mejorado. Basta fijarse en algunas experiencias circundantes, como por ejemplo el proyecto realizado por el Ayuntamiento entre 2007 y 2011: “Madrid a pie, camino seguro al cole”, para constatarlo.

No obstante, este dulce desembarco de Tonucci en Madrid, con su propuesta de “la ciudad de los niños”, se está plasmando de un modo aún más potente y maravilloso al entretejerse con otras propuestas de intervención barrial. La idea es provocadora, al mismo tiempo que cargada de sinceridad y buen sentido común, ¿se imaginan que los niños supieran más que los adultos sobre el modo de disposición de las ciudades para el buen vivir?, ¿qué ellos fueran tenidos en cuenta y participaran como agentes urbanos clave para el diseño de políticas públicas? Así es, se necesitan ciudades para los niños y niños para las ciudades.


Uno de las experiencias prácticas de las que se puede extraer un aprendizaje y una evidencia más profunda se puede encontrar en el barrio de Tetuán, de la mano de dos proyectos que han encontrado un encaje perfecto. Por un lado, las experiencias de los talleres “Madrid también es nuestra”, dentro del proyecto de “Aprende tu barrio”, que son talleres de participación urbana infantil realizados en el C.P Juan Ramón Jiménez, el C.P. Ortega y Gasset y la sede de la Fundación BALIA desde 2016.

Con ellos se recupera un de los ejes fundamentales de la propuesta de Tonucci como es la participación infantil y la creación de Consejos de Participación Infantil1. Se trata de asumir el derecho de ciudadanas y ciudadanos que tienen los niños, niñas y jóvenes a través de su ejercicio. Para ello, analizan por medio de imágenes, fotografías, videos, recorridos por el barrio, los aspectos que les parecen más positivos y menos positivos del urbanismo que les rodea. A partir de este diagnóstico basado en la acción-participación, los niños y niñas elaboran propuestas de transformación muy creativas que transmiten al grupo adulto acompañante, con el fin de que éste se lo hagan llegar a la autoridad municipal.



Uno de los balances más positivos de esta experiencia, que se ha sumado a aportar iniciativas de cambio dentro del plan de Propuestas Participativas del Ayuntamiento, ha sido que dos de tales propuestas realizadas por los niños hayan sido finalistas (una de ellas la más votada por los vecinos del barrio) y, por tanto, vayan a ser ejecutadas.



Por el otro lado, se encuentra el impactante proyecto #Paisaje Tetuán, que se viene desarrollando desde 2013, con el que se pretende animar a la participación de los vecinos del barrio a través de una serie de intervenciones artísticas. Consiste en llevar a cabo acciones de aprovechamiento de espacios baldíos cedidos, tales como un huerto urbano, un anfiteatro, remodelaciones en una plaza, un gran mural, grafitis, que impliquen al vecindario y le den nuevos espacios de encuentros, de diálogo e, incluso, de confrontación.





De entre los vecinos más implicados y más atañidos por

la nueva distribución del “paisaje público” en Tetuán se encuentran los niños y niñas a la cabeza, quienes se han comprometido de un modo especial con el Huerto Urbano, lugar en el que han visto realizadas (¡por fin!) algunas enseñanzas aprendidas en la escuela.1 En definitiva, con estas experiencias se trata de aprender viviendo, siendo en un espacio, asumiendo la disparidad de los cuerpos, de las perspectivas que da una mirada más alta o más baja, de las relaciones abiertas en los espacios abiertos, de ver surgir la vida y de ser ciudadano, es decir, de ser “llamado” en cierta medida por el mundo circundante en toda su complejidad, para responder con creatividad sintiente desde una subjetividad que sabe mirar las cosas...


Si quieres saber más puedes ver este vídeo de rtve. La aventura del saber

Es posible consultar en la páginas web de Green is a Way of Life los videos de buena parte de los cursos realizados para niños y niñas (así como para adultos) dentro del Huerto Urbano del barrio.


Esta entrada busca profundizar en el apartado 3 del DECÁLOGO DE LA PEDAGOGÍA CRÍTICA, construido de forma colaborativa dentro de la Asignatura Didáctica Crítica, del Máster de Cooperación Internacional y Educación Emancipadora de Hegoa. 2017. Impartida por Gloria Sosa Sánchez-Cortés (Colectivo Cala) y Jaume Martínez Bonafé.




 
 
 

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